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En nuestra fábrica artesanal ubicada en la ciudad de Rosario, Argentina creamos piezas de yeso únicas, hechas completamente a mano desde el molde hasta el acabado final. Trabajamos con dedicación y detalle para dar vida a nuestras figuras, que transmiten armonía y equilibrio.

 

En Runha nada sale de una máquina.

 

Acá no existe la producción “industrial”, ni los procesos automáticos, ni los moldes eternos que se repiten como fotocopias.

 

Acá las cosas se hacen a mano, con tiempo, con polvo de yeso volando en el aire y con la paciencia que exige crear algo que dure.

 

Si te interesa saber cómo nacen nuestras piezas, tomá asiento: te llevamos al taller.

 

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1.  Si hay algo que diferencia lo artesanal de lo industrial es esto:

 

Nosotros fabricamos nuestros propios moldes.

Sí, leíste bien. No los compramos hechos.

Los creamos desde cero para que la pieza final sea exactamente como la imaginamos.

 

Y el molde es como la receta secreta de la abuela:

sin eso, no existe la magia.

 

Trabajamos con cauchos, siliconas, resinas y modelado manual para lograr cada detalle.

Es un proceso lento… pero es el que asegura que ninguna figura sea igual a otra.

 

 

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2. El yeso: el corazón de todo

 

Acá se mezcla el yeso todos los días.

No hay polvo guardado por semanas, no hay “producción masiva”.

 

Cada tanda se prepara al momento, midiendo el agua, la densidad y el tiempo exacto para que la pieza salga firme, pesada y consistente.

Sí, el yeso tiene sus caprichos.

A veces fragua demasiado rápido, a veces demasiado lento, pero ya aprendimos a leerlo como si fuera un reloj vivo.

 

Cuando la mezcla está lista, la volcamos en el molde con cuidado:

sin burbujas, sin apuros, sin atajos.

 

 

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3. El desmolde: el momento de la verdad

 

Llegando a esta etapa, el yeso ya tiene forma.

Pero ojo: todavía no está listo.

 

El desmolde es tenso.

Puede salir perfecto…

o puede romperse, despostillarse o pedir empezar otra vez desde cero.

 

Los artesanos saben que el desmolde es una mezcla de técnica, intuición y esperanza.

Pero cuando sale bien, sentimos algo parecido a ver nacer una pieza nueva.

Cada figura empieza a mostrar su carácter.

 

 

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4. Secado, lijado, paciencia y más paciencia

 

Si pensabas que acá termina todo, no.

Ahora vienen horas de secado natural (nada de hornos que deforman el yeso) y después…

el lijado.

 

El lijado es la parte menos glamorosa y la más importante.

Es donde se define si la pieza se siente suave, si queda prolija, si está lista para pintar o para quedar en blanco natural.

 

¿Polvo? Sí.

¿Manos blancas? Todo el día.

¿Vale la pena? Siempre.

 

 

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5. Pintado, detalles y personalidad

 

Algunas figuras quedan en yeso crudo.

Otras se pintan a mano, capa por capa.

No usamos robots, no usamos plantillas automáticas, no usamos máquinas “decoradoras”.

 

Cada pincelada la hace una persona.

Y por eso nunca hay dos piezas idénticas.

Cada Buda, cada mano, cada cascada de humo, tiene su propio gesto, su propio brillo, su propio toque artesanal.

 

 

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6. Revisión final: nada sale sin pasar por nuestros ojos

 

Antes de que una figura llegue a tus manos, pasa por nuestra revisión:

 

¿Está firme?

 

¿Está lisa?

 

¿Está equilibrada?

 

¿Está bien pintada?

 

¿Está lista para durar años?

 

 

Si no cumple, no sale.

Si cumple, se envuelve con cuidado y emprende viaje a su nuevo destino.

 

 

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En resumen:

 

Nuestras figuras no se fabrican. Se crean.

Una por una. A mano. Con tiempo.

Con yeso, pero también con paciencia, oficio y una pizca de obsesión sana por los detalles.

 

Cuando comprás una figura de Runha, no estás comprando “un objeto”:

estás comprando horas de trabajo, dedicación y un pedazo del taller que viaja hasta tu casa.